Les encargaron un mega-mueble para guardar juguetes, pero los arquitectos acabaron diseñando una habitación entera en la que dormir, jugar y echar a volar la imaginación. El Juguetero es el cuarto que todos hubiésemos soñado tener.
El Juguetero
Altillos que son túneles con ventanas circulares para espiar a tu hermano. Escritorios desmontables como piezas de Tetris. Paredes de pizarra para pintar sin parar. Y armarios camuflados. El Juguetero, diseñado por Estudio ji arquitectos, es una habitación infantil «todo en uno».

Los padres de dos niños de 3 y 5 años necesitaban un gran contenedor para guardar juguetes. A partir de ese punto de partida, y teniendo en cuenta las exigencias imaginativas de sus mini-clientes, los arquitectos Jorge Frías e Irene Zurdo desarrollaron un proyecto que acabó convirtiéndose en un cuarto entero. ¡Que todo él sea un juguete!


Afortunadamente, contaban con un espacio de grandes dimensiones, situado en una finca de los años 40 en Altea (Valencia). Los 4 metros de altura les brindaban rienda suelta a la creatividad. Así que, con un presupuesto de 15.000€, se explayaron tanto como quisieron en los casi 20m2 de la habitación.
Todo en madera de Álamo
Diseñaron un mega-mueble a partir de un pliegue de madera de chopo. Éste envuelve todo el espacio, creando distintos volúmenes. Las dos camas se sitúan en línea; bajo ellas, dos camas nido, para cuando los amigos se quedan a dormir.

¡El túnel!
Junto a las camas, unas escaleras perfectamente integradas conducen a la mejor zona de El Juguetero: el túnel. Es el escondite perfecto. Amarillo por dentro y con ventanas en forma de semiesferas y redes.


El sol, la luna y las estrellas
Por otro lado, el escritorio se conforma por piezas que se encajan y desencajan como un rompecabezas o se abren y cierran según la función que se requiera.
Detrás de «el gran sol amarillo» se esconde un armario secreto. Al otro lado, sobre la pared, una gran luna blanca brilla sobre el cielo negro de pizarra donde dibujar tantas estrellas como los niños quieran.




Fotografías © Mariela Apollonio